lunes, 15 de diciembre de 2008

Sabiduria


No hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos ayuda a vivir.
No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer.
Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano.
Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber.
El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho.
La sabiduría consiste en saber cuál es el siguiente paso; la virtud, en llevarlo a cabo.
Una cosa es saber y otra saber enseñar.
Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado.
La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.
Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro.
La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo.
La sabiduría es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad.
Para llegar a ser sabio, es preciso querer experimentar ciertas vivencias, es decir, meterse en sus fauces. Eso es, ciertamente, muy peligroso; más de un sabio ha sido devorado al hacerlo.
Yo sólo sé que no sé nada.
Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.

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